Confiar en Dios
“No se comienza a ser cristiano por una decisión ética o una gran idea, sino por el encuentro con un acontecimiento, con una Persona que da un nuevo horizonte a la vida y, con ello, una orientación decisiva”, escribió Benedicto XVI en su Encíclica Deus Caritas est. El Evangelio que la liturgia nos ofrece en la fiesta de la Exaltación de la Santa Cruz muestra que Dios quiere construir una relación de amor con cada persona: se ofrece en su Hijo Jesús, elevado en la Cruz.
Levantar los ojos hacia Dios sugiere una verdad importante: estamos invitados a relacionarnos con Él. Hay que dejar de encerrarse en uno mismo alimentando inútiles sentimientos de culpa y olvidando que "si el corazón nos condena, Dios es más grande que nuestro corazón" (1 Jn 3,19). Hemos de levantar la mirada hacia las estrellas (cfr. Abraham y la promesa de una gran descendencia, Gn 15, 5), aprendiendo a poner todas las preocupaciones en manos de Dios.
Asombro y gratitud
Levantar la mirada no debe suscitar miedo sino gratitud, porque la Cruz es la medida del amor con que Dios ama a sus hijos. Es la Misericordia de Dios la que -como en el caso de Nicodemo- ilumina las noches de la vida y permite continuar el camino.
Ante la Cruz no hay neutralidad
Ante la Cruz de Jesús no se puede permanecer neutral: o con Él o contra Él. Es una elección que debe hacerse antes de cualquier acción, porque el obrar del cristiano no es otra cosa que el testimonio de lo mucho que Dios nos ha amado, hasta el punto de entregar a su Hijo Jesús
Página web desarrollada con el sistema de Ecclesiared